Por: Regina Gargollo Ruiz
El ser humano es explorador por naturaleza, siempre busca nuevas fronteras motivado por la curiosidad de descubrir nuevos lugares, buscando romper sus límites porque desde los comienzos de la humanidad ha sido un explorador nato con ganas continuas de descubrir qué hay más allá de sus alcances.
Durante la era espacial, cuando sucedieron la mayoría de las actividades relacionadas con explorar el espacio, y todos los desarrollos culturales influidos por estos acontecimientos, el hombre buscaba llegar a la luna y explorar ese mundo desconocido. Todos los esfuerzos estaban centrados en ir al espacio, pero nadie mostraba interés en ir al mar, otro mundo completamente desconocido, que representa el 70% de nuestro planeta, y que nadie parecía interesado en explorarlo.
Estados Unidos y Rusia estaban en guerra por romper esas fronteras y llegar al espacio, pero en Francia, el oficial naval, fotógrafo y cinematógrafo subacuático Jacques-Yves Cousteau mostraba un gran interés por el océano, y por explorar ese nuevo mundo.
Fue una de las primeras personas en defender el ambiente marino de la contaminación; apasionado por encontrar y descubrir todas las especies que habitan los mares del globo terráqueo, creó el sistema Scuba (o dispositivo de buceo autónomo), el cual se sigue usando hasta el día de hoy.
Es así como nace el buceo como lo conocemos en la actualidad. Anteriormente, la forma de bucear era con escafandras, sistema en el cual se suministraba un gas respirable al buzo usando un tubo o manguera que se une con un equipo en la superficie, a través del cual lograban respirar. Cousteau, inventa este nuevo sistema de respiración autónoma donde ya no dependes de una línea con superficie, sino que tú eres responsable cien por ciento de tu equipo y de poder mantener la respiración bajo el agua.
Con este invento, se revolucionó la exploración submarina y abrió las puertas a una nueva forma de conocer el mar y sus especies. Hasta el día de hoy se estima que solo hemos explorado un 5% de el vasto océano, y aún hay millones de cosas que no hemos descubierto.
Cousteau cambió esa idea. Su legado incluye más de 115 documentales de televisión y películas donde le mostró al mundo parte de lo que se encuentra en los océanos del planeta tierra. Les recomiendo ver la película “La Odisea” (L'odyssée), para conocer más sobre la vida de este magnífico explorador y apasionado del mar.
Me atrevo a llamarlo apasionado del mar, porque desde que era niña, mis papás me transmitieron esa pasión por explorar y descubrir nuevos mundos. Vengo de una familia de exploradores, mi abuelo “Chato”, educó a mi papá de esa forma y es así como luego, encontraría en mi mamá, una compañera de aventuras, compartiendo el amor por la naturaleza, y heredándolo a mi hermano a mí.
Tengo infinitos recuerdos de niños acampando en el bosque, escalando, cruzando ríos, andando en bici de montaña, siempre en contacto con la naturaleza, descubriendo nuevos lugares y admirándola.
Cuando tenía 9 años descubro el mundo del buceo. En cuanto tuve la edad mínima requerida para poder certificarme, mi hermano y yo tomamos el curso en la ciudad de México, y nos fuimos a Veracruz a completar la certificación. A partir de ese momento, supe que quería hacerlo toda mi vida.
El buceo te da adrenalina de sumergirte a un mundo desconocido, nunca sabes que te va a esperar, estas jugando con diferentes presiones y el hecho de saber que estás descubriendo un lugar que muy poca gente ha visto, y que entras a un mundo ajeno al tuyo donde todo esta en perfecto equilibrio, te genera un sentimiento de paz y tranquilidad, que es inexplicable.
En el buceo, tu respiración depende de un equipo externo y solo puedes disfrutar de esa tranquilidad por unos 40 minutos, máximo por 1 hora.
Cuando sales a la superficie, ya estas ansioso por regresar nuevamente y descubrir nuevas cosas, porque, aunque bucees en el mismo punto varias veces, nunca va a ser igual.
Cada inmersión tiene su propia magia y cada vez vas a encontrar condiciones diferentes, eso es lo que hace que cada vez sea única. Incluso en los buceos nocturnos, que te generan otro tipo de adrenalina y sensaciones, es un lugar de día y otro completamente diferente de noche. Un mismo arrecife cobra otro tipo de vida en la noche y ves especies y colores que en el día nunca se llegan a ver.
El buceo también te da fraternidad y lazos que creas con tus compañeros, se hace una hermandad muy fuerte porque abajo todos nos cuidamos, cualquier situación que pase estás confiando tu vida en esas personas, y ellos a su vez confían la suya de ti.
Cualquier cosa puede pasar,desde darle aire a tu compañero si el suyo se acaba, calmar a alguien en una situación de estrés o simplemente estar abajo compartiendo ese mundo y salir juntos a comentar todo lo que vieron, es algo que poca gente comparte y son lazos que se crean para toda la vida.
Desde que inicia la inmersión vas viendo a tus compañeros sumergiéndose a explorar ese mundo juntos, con la esperanza de encontrar todo tipo de maravillas, desde lo más pequeño como un nudibranquio, hasta los grandes reyes marinos como ballenas o tiburones.
En ese sentido, yo he tenido la suerte de conocer y hacer grandes amigos gracias al buceo. Puedo contar miles de anécdotas con una mezcla de personas y personajes que me he cruzado, desde el ingenioso y admirable Juan, un señor de 70 años con más energía que todos juntos, y una pasión por la vida realmente admirable.
Sofi, una chava paralítica que gracias al buceo ha logrado sentirse libre bajo el mar, aunque no tiene movilidad en sus piernas puede volar bajo el agua, y para ella no hay limites.
Erick, quien además de ser mi mejor amigo y compañero de muchas aventuras fuera del agua, también se convirtió en mi compañero oficial de buceo, la tranquilidad y seguridad con la que él bucea me genera mucha confianza cada vez que nos sumergimos.
En el buceo todos somos iguales, aquí no se permite el ego, el orgullo o todos esos factores pueden crear una tragedia, como creer que puedes más o confiarte demasiado; siempre debemos recordar que estamos en un entorno que no es el nuestro, solo somos visitantes y estamos ahí para disfrutar, para vivir.
Algo que me encanta, es que en mi caso para bucear tengo que viajar, forzosamente tengo que salir de la Ciudad de México, trasladarme a una playa y eso me permite conocer nuevos lugares también (en la superficie). Una vez que terminas de bucear sigue la experiencia, porque ahora puedes disfrutar todo lo que esta afuera, es increíble ver la calma del mar en el atardecer, sabiendo todo lo que esta pasando abajo. Todo esta conectado, todos tienen una función y un por qué de estar ahí.
Muchas veces no tienes idea que los lugares tan remotos e inhóspitos en la superficie, están tan llenos de vida, como el caso del Archipiélago de Revillagigedo en México.
Tuve la oportunidad de bucear ahí a principios de este año, después de 36 horas de navegación saliendo de Los Cabos BJCS, y llegar hasta ese último rincón en las fronteras de los mares mexicanos, en un lugar tan alejado de la civilización. Bastó con una primera inmersión para descubrir la magia de ese lugar, en el primer buceo nos tocó ver al mismo tiempo, mantarrayas gigantes, delfines, tiburones punta blanca, tiburones sedosos, miles de peces, atunes gigantes, langostas, todos juntos conviviendo en perfecta armonía, y yo como visitante viendo toda esa sincronización entre ellos, sorprendida y agradecida de poder ser parte, aunque sea por unos minutos, de ese mundo.
Es difícil explicar la paz que se siente cuando estas bajo el mar, ese mundo donde nada importa, no hay violencia, no hay estatus, no hay juicios, solo estas tú y la naturaleza; un lugar donde escapas de la realidad, donde tus preocupaciones desaparecen por un momento y solo debes estar atenta a tu respiración, a no exceder tu profundidad, tus tiempos y simplemente disfrutar. Para mí, bucear es una especie de meditación donde solo puedes escuchar tu respiración y tener el control de tu cuerpo y de tu mente, experimentando una sensación de estar volando y ser parte por un momento del mundo marino.
El buceo te genera un gran respeto y amor por el mar, lo primero que te enseñan siempre es no tocar nada, no alterar el ambiente, simplemente respetar el entorno y recordar que nosotros solo somos visitantes por un pequeño instante, pero quienes mandan abajo son quienes viven ahí y debemos cuidarlo y respetarlo.
Recordemos que el origen de la vida nació en el mar. Hoy el 72% del oxigeno que respiramos viene de ahí, del fitoplancton y las algas marinas, por eso la importancia de cuidarlo y sanarlo. Debemos de ser consciente y dejar de usar el mar como nuestro basurero, hoy todos los desperdicios del planeta van hacia allá, necesitamos tener la cultura de cuidar este mundo marino, ya que si desaparece, se extinguirá toda la vida de el planeta.
La gente le tiene miedo a un tiburón y prefieren matarlo, pero sin ese tiburón la vida del arrecife se acaba. Debemos frenar la pesca desmedida, concientizar sobre lo que estamos haciendo, como dice Sylvia Earle, bióloga y exploradora marina, “es muy difícil concientizar a la gente sobre lo que no ven, pero los que conocemos un poco más de ese mundo, tenemos la obligación de compartirlo”. Yo he visto como lugares en los que buceé hace 15 años, hoy ya no son lo que eran antes, sin embargo también existen estos llamados puntos de esperanza, que son lugares de conservación donde se ha logrado que la gente vea que es más negocio un tiburón vivo que uno muerto, y se desarrollen actividades de turismo sustentable para cuidar a estos ecosistemas, como el caso de Cabo Pulmo o Revillagigedo en México, que son dos grandes ejemplos de conservación marina, y donde he tenido la fortuna de ver como año tras año las poblaciones de flora y fauna han ido incrementando.
Existe una frase muy famosa entre los buzos, que dice: “el buceo es la verdadera vida, y todo lo demás es un intervalo en superficie”, y definitivamente en mi caso sí lo es. Cada que regreso de un viaje de buceo, estoy pensando en cuándo será el siguiente, ansiosa por regresar al mar y descubrir nuevos mundos en cada inmersión, para poder regresar a compartirlo, ver las fotos, revivir los momentos y planear el siguiente.
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