Mtra. Beatriz A. Chávez S.
Fundadora Community manager
Ecléctica Colectivo multidisciplinario.
En la pandemia me he puesto a releer algunos libros. La identidad de Milan Kundera (1998-Tusquets Editores, S.A.) fue uno de ellos. Es la historia de una pareja, Chantal y Jean-Marc, donde la esposa nota que ya no la miran en la calle como antes. Ella se entristece y se deprime puesto que cree que como ya no tiene 20 años, ya no es atractiva para los hombres y de ahí se desprende la historia de este recomendable libro.
La primera vez que leí ese libro, a mí también me volteaban a ver por las calles; sentía miradas callejeras y escuchaba silbidos desde lo alto de las construcciones. Recuerdo que todo eso me incomodaba muchísimo.
De este tipo de historias, cada mujer tiene miles. Unas tontas, otras serias y otras, desgraciadamente muy graves que terminan en abuso. Uno de mis peores recuerdos, no es de solo miradas; es de un estúpido que fue más allá. Cuando yo tenía como 13 años que fui a una tienda yo sola a comprar ropa -no entiendo cómo me dejó mi mamá, pero fui sola, bueno, eran otros tiempos; los tiempos donde vivíamos con la ilusión de que no pasaba nada en las calles concurridas y, por lo tanto, uno podía caminar 3 cuadras a una tienda departamental.
Ese día decidí tomar la calle más concurrida para que no me pasara nada por ir caminando sola. Había mucha gente y a pesar de eso, algún pendejo me dio una nalgada. No volteé, no hice nada mas que seguir caminando. No quise voltear a ver al estúpido porque bien sabía que me iba a encontrar con una mirada sucia y burlona. Seguí caminando y me fui a la tienda. Me compré mi primer jumpsuit; era la época de Parchís y Timbiriche. De regreso a casa, tomé otro camino y no se lo conté a mi mamá para no angustiarla.
Cuando tenía ya más años, si me silbaba algún albañil, ya le gritaba: “pendejo” y así se terminaba el asunto. Luego empecé a usar anteojos; noté que ya no me miraban y ya no me silbaban. Fue entonces que decidí nunca usar lentes de contacto porque detrás de esos lentes, me sentía segura e invisible para los viejos rabos verdes con mentes lascivas.
Hoy en día las jóvenes no se quedan calladas, defienden su derecho de libre tránsito. Ya no toleran ninguna mirada denigrante por las calles y tienen muy claro que eso es acoso lascivo callejero. Me enorgullece que tengan las agallas para enfrentar a sus acosadores y no quedarse sin hacer nada; hoy en día, graban a estos pseudo humanos en su celular y los denuncian en redes sociales.
En mi época adolescente, no existían los celulares inteligentes, a duras penas existían los llamados pagers que mandaban recaditos. Era como un celular, pero solo se recibía textos. No tenía línea telefónica ni nada. Los doctores los utilizaban mucho y posiblemente los siguen utilizando en ciertas partes.
Como les decía, con mis lentes a los 19 años ya no me chiflaban ni nada. Y eso me hacía sentirme segura por las calles. En el único lugar en el que sí me voltearon a ver con todo y mis lentes fue en la ciudad de Londres, Inglaterra, cuando me fui de mochilera sola a los 26 años. Ese día yo iba caminando y un joven me volteó a ver y me empezó a cantar la canción de You’re Gorgeous de Babybird. Que decía: Because you´re gorgeous I´d do anything for you (porque eres maravillosa, yo haría lo que fuera por ti). Le sonreí y seguí caminando, él también siguió caminando, cantándome la canción hasta que me perdió de vista porque doblé en la esquina de la calle. Debo de confesar que me sentí muy bien ¡me sentí como Miss Universo! y empecé a notar que yo llamaba la atención por tener los ojos marrones y no azules como todas las chavas en la zona.
Pasó el tiempo, y a mis 48 años, (hace un año), tuve la oportunidad de viajar a España para terminar mi maestría y en ese viaje noté que ya nadie me volteaba a ver, ni me decía guapa como antes me lo decían los españoles.
...Nunca pensé me fuera a doler que ya no fuera blanco de piropos no lascivos callejeros. Me pasó como a Chantal de la Identidad de Milan Kundera; caí en la cuenta de que ya no era esa viajera de 26 años que llamaba la atención al caminar.
Ahora le pregunto a las nuevas generaciones: ¿Qué son aquellas miradas, palabras y cánticos callejeros? Aquellos que nos hacen sentir bien ¿Piropos o acoso?
Fuentes de interés:
Milan Kundera biografía
You’re Gorgeous
Babybird
Yo creo que nadie tendría el derecho de opinar sobre tu cuerpo sin que tú lo pidas. Como mujeres nos han enseñado a que no somos atractivas si esto no es confirmado por un hombre, y creo que por eso el acoso puede confundirse con un "piropo". Finalmente la valía de la auto imagen debería de venir de adentro, y no basándonos en los estereotipos de la belleza que existe hoy en día.
Pero todo comentario sobre el cuerpo de alguien, que no lo pidió, debe de considerarse acoso, no deberíamos de normalizarlo, lo que sí es la deconstrucción de los estereotipos de belleza y el amor incondicional hacia nuestros propios cuerpos.
Supongo que todo está en la forma e intención en la que se ejecutan.