Por Agustín Estrada
Hace cientos de miles de años, junto al fuego, un homínido se inclina sobre otro que agoniza. Es alguien muy cercano y siente compasión. Sus miradas se clavan la una en la otra hasta que la del yacente se desenfoca y la del sobreviviente le lagrimea. Entonces éste último se vuelve hacia la noche estrellada y, por primera vez, un ser se interroga por él mismo. Poco después tiene lugar un rito funerario. Es el primer indicio de autoconciencia. Fuera quien fuera, ese alguien comprendió que también él iba a morir. Desde entonces nos hemos hecho la misma pregunta: ¿qué sentido tiene la existencia? Hay, por lo menos, dos opciones. Una consiste en el que todo está bien determinado. El famoso relojero. La otra alternativa consiste en asumir que la vida es puro azar. Unos pensamos que hay un Padre y una providencia. Sea como fuere, esta vida vale la pena vivirla. De eso se trata. Paolo Giordano publicó La soledad de los números primos en el 2008. La novela narra la vida de dos personas con caracteres semejantes y que a pesar del dolor sufrido, la distancia y al camino diferente seguido por cada uno se mantienen unidos a lo largo de los años. Ambos se tienen el uno al otro, confían el uno en el otro y son capaces de comprenderse y apoyarse, porque ambos han vivido experiencias que los acercan y que, al igual que los números primos, viven la soledad de quienes no acaban de encajar en la sociedad. En estos tiempos de social distancing, lectura obligada • AE
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