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La cuarentena: tiempos raros


Por Daniel López Santibáñez Peña


El 2020 podría ser calificado como un año bastante interesante, despectivamente hablando. Muchos podríamos pensar que están ocurriendo cosas malas, como en todos los años, sin embargo, estas desdichas han decidido subir un escaño más arriba y hacer de este comienzo de década la receta por excelencia para el desastre. Desde el alboroto causado por los recientes casos de brutalidad policial, hasta el preocupante mal en el que me centraré en el presente escrito: la pandemia por el Covid-19 y la cuarentena a consecuencia de esta.


Sinceramente al principio, antes de que la cuarentena fuera crítica, o sea, en las primeras semanas de los brotes de la peligrosa enfermedad, cuando no había llegado a afectar a Latinoamérica; creía que, como había pasado con el feroz virus del Ébola, o con el A H1N1, los científicos responderían inmediatamente a la amenaza y desarrollarían medios para combatir a dichos virus que tenían un potencial preocupante de pandemia; no podría estar más equivocado.


Como ya es evidente, el virus se esparció velozmente a, literalmente, TODO EL MUNDO, hasta que eventualmente (muy tarde), el gobierno mexicano decidió poner en práctica una cuarentena que, lastimosamente, muchas personas no respetan.


Puedo afirmar que más allá del propósito de protegerme, la cuarentena ha traído muchas otras cosas, ya sean buenas, o malas.


Para iniciar, a nivel educativo, pese a sentirme agradecido que al menos haber podido continuar con una educación formal, no llego a sentirme del todo satisfecho. El formato de las clases en línea no termina de agradarme, se sentía como si trabajase mucho más de lo que trabajaría en un día normal, pese a tener 2 horas menos de clase, sin duda me sentía bajo más presión, súmesele el hecho de que en el siguiente ciclo yo entraría a educación preparatoria, la pérdida de oportunidades como el certificado de Cambridge, o el poder representar a mi escuela en una olimpiada de matemáticas. Como es de esperarse, también eché de menos a los pocos amigos con los que realmente simpatizaba en aquella escuela que, para rematar, cabe la posibilidad de no volverlos a ver por algún tiempo por el inevitable cambio de escuela, independientemente de si se consuma la cuarentena pronto o no.

Definitivamente no ha sido un momento particularmente bueno en general, pero como dije anteriormente, así como hay cosas malas, hay cosas buenas. Me considero como un individuo al cual le fascina crear, ya sea dibujando, escribiendo, o creando contenido multimedia si me siento particularmente entusiasmado. Pero entre todos esos pasatiempos, hay uno en especial que, pese a no ser muy bueno, me hace sentirme mejor como ningún otro medio artístico o de entretenimiento logra hacerlo; ese bello pasatiempo es la música. Desde pequeño he tenido mucho apego al rock y recientemente al metal y los subgéneros que surgen de este, así como al rap de los 90s. La guitarra especialmente me parece un instrumento maravilloso, en su momento intenté tocar, cuando muy pequeño, con una guitarra eléctrica Yamaha, que por decisiones de un pequeño yo, decidí dejarlo. Avanzando al presente, durante la cuarentena, en plena edad donde me enamoré del Metal, me hundí en una pequeña obsesión por las guitarras eléctricas, a lo cual mi padre, persona que igualmente disfruta del rock y que agradezco por apoyarme siempre en hacer lo que me gusta, me enseñó un curso de guitarra que una empresa muy prestigiosa dedicada a la producción de dicho instrumento estaba ofreciendo gratuitamente por un trimestre por la situación de la pandemia. Inmediatamente pensé en aquella guitarra, que hasta ese momento ya llevaba 6 años recogiendo polvo; consecuencia: Una de las mejores decisiones que he tomado. Redescubrí mi pasión por tocar, me sorprendía que una guitarra de, por lo que ya entendía en ese momento, era de un bajo costo; siguiera funcionando como si fuese nueva, sonando tan bien y con escaso rastro de óxido, pese a ya tener sus 8 años de haberla comprado y haber estado guardada en condiciones no precisamente óptimas. Pronto me enganché, estuve días donde no paraba de tocar, pese a no hacer demasiado progreso, me siento contento de haber aprendido muchas cosas sobre este instrumento en menos de 5 meses, y definitivamente iré a por más.



Mientras escribo esto empiezo a notar que quizás, no me hizo tanto mal la cuarentena, siendo realista, yo no me caracterizo por ser alguien que tiende a salir con sus amigos de fiesta o a algún otro lugar, por ende, en esos términos no me inmuté, salvo por el hecho de no poder hablar con ellos en la escuela. Pese a que uno llegaría a aburrirse de no poder salir de su casa a algo que no sea necesario, encontré con que saciar mi deseo de seguir creando. Inclusive con el estrés que me induce el estudio para el acceso a bachillerato, me atrevo a decir que la cuarentena me ha hecho más bien que mal, me alejó del ambiente hostil que presentaban los compañeros de mi grupo en la escuela, pero a la vez, me alejó de los que demostraban ser verdaderos amigos.


Sin duda, son tiempos muy raros.

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