Por Patricia Chávez
En la intimidad ando suelta. Me veo y me desfiguro tomando pedazos de lo que fui y adivinando las piezas de lo que seré. Nunca temo a ver para adentro, pese a que lluevan mis ojos o se consuman mis entrañas.
Camino por sendas que ya he recorrido, pero parece que al retomarlas, me muestran algo nuevo, algo desconocido.
Jamás termina el autoconocimiento.
El enfrentarse con los demonios internos, no es tema sencillo, pero sí necesario.
Desnuda frente al espejo trabajo la aceptación y el amor por la que soy.
¿Por qué nadie nos enseñó lo que nos parece tan inalcanzable… el dominio de uno mismo?
¿Para qué nos sirve todo lo demás si no nos abrazamos a nosotros mismos?
Este camino parece interminable y no.
He pasado por muchas vivencias, muchas pérdidas. Muchas ganancias.
El tiempo sigue su curso y yo muy dentro sigo siendo la de los 37. A veces la de los 7. Nunca más la de los 17 (salvo cuando me recuerdo bailando todos los fines de semana extasiada; hasta que alguien me jalaba del brazo y me decía: Patricia, tu papá me va a matar, me dijo que a las 2 en tu casa)
¿Cuánto camino hay que recorrer para llegar a nosotros mismos?
Muchas veces siento que ya me encontré; algo nuevo surge y vuelvo a experimentar el no reconocer cuál es la dirección, o lo que haría la Patricia de hace 1 año.
Sin embargo, me siento tan orgullosa de las de cosas que he superado y me agarro de ahí para cuando falta la confianza.
Tomo todo de mi Vida, porque todo me hace ser la que soy hoy.
Dicen que la religión es para los que temen a Dios, y la espiritualidad para lo que ya caminamos el infierno descalzos.
Cuando he tenido que responsabilizarme de mis procesos, pedí ayuda para superarlos y lo trabajé.
He vivido, he llorado, he amado profundamente, he odiado, he tenido terror de abrir los ojos y lo he superado.
Me he congelado. También he sido oruga y mariposa.
Sé lo que es dar mi vida por los que amo.
He conocido gente maravillosa y tengo pocos, pero increíbles cariños.
La música me ha acompañado en el recorrido. Soy una melómana perdida. La música es de lo más rico en mi historia.
Parí 2 hijas maravillosas, y enterré a otra. La maternidad me humanizó mucho más.
Viví violencia y gracias a ella logré mi independencia emocional y financiera.
He viajado sola hasta la Patagonia.
He visto lugares tan hermosos, que me han llenado de los momentos más plenos, provocándome las lágrimas más sinceras.
Cuidé años a mis padres ya grandes. Me llené de ellos, no dejamos cuentas pendientes después de perdonarnos y ahora van conmigo en mi corazón.
Igualmente he compartido existencia con parejas hasta empalagarme.
He gozado, bailado, bailado, y bailado.
También tengo de esos secretos que sacan las mejores sonrisas al recordarlos.
Soy la mejor versión de lo que quise ser algún día… y sin duda (ahora lo celebro) imperfectamente perfecta para mí.
La Vida la he aprovechado, y si se me permite decirlo: la he gastado lo mejor posible.
A la luz de una lámpara tenue en mi escritorio, bajo la guardia y me abro a compartir parte de lo que hay en mi alma ¿Para qué? Porque estoy segura de que todos somos intimidad y nos reconocemos en ella.
¿Qué sigue conmigo? No lo sé, pero confío en todo lo que llevo en mi haber para echar mano cuando lo necesite.
A unos días de mi cumpleaños, en el año COVID 2020.
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