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este verano una joya literaria de Gabriel García Márquez: El amor en los tiempos del cólera. Déjanos tus comentarios
sobre el libro una vez que lo hayas leído.
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Por Agustín Estrada Fernández
Decía Joseph Joubert que “los libros que uno se propone releer en la edad madura son muy semejantes a los lugares en donde uno quisiera envejecer”. Creo que me sucede lo mismo con El amor en los tiempos del Cólera (Gabriel García Márquez, Penguin Random House 1985) que pienso meterme entre pecho y espalda estos días de verano. Cuando lo leí, hace ya unos años, comprendí que ante el amor todo importa mucho y nada al mismo tiempo. La más humilde ofrenda lo conquista, y todo el oro del mundo no conseguiría comprarlo, la menor ofensa lo hiere y, sin embargo, es capaz de perdonar hasta los pecados más detestables; el más ligero soplo le estremece y el huracán más impetuoso no logra derribarlo; es inmortal y, al mismo tiempo, más vulnerable que todo lo que muere; habita más allá del bien y del mal y a la vez que nos impone las obligaciones más estrictas. Comprendí que, en fin, el amor no vive de nada, pero lo exige todo. "Al final de la vida seremos Juzgados en el amor", decía Fray Juan de Santo Matía (Juan de la Cruz). Tengo para mí que es verdad, que seremos juzgados por nosotros mismos, desde dentro, en una balanza más sensible que la ley ¿Qué pasa, pues? Pasa que en las cosas del amor nuestras ofensas son las de un hijo ingrato, o las de un amante infiel: hieren el amor más que infringir la ley, por eso alguna de nuestras deudas duelen tanto. Al final del día, para valorar una ideología, o una religión, o una asociación cualquiera, -ya no te digo una relación- no hay más que hacerse dos preguntas básicas: cuántos síes y cuántos noes comprende aquello. Porque si la propuesta consta de muchos noes significa que aquello es algo que a uno le va a joder la vida, y que no va a funcionar. Hay espiritualidades que basan sus prácticas en meterle a uno zancadilla tras zancadilla: “no hagas eso, no vayas a allí, no vivas así y asado…”; y en la política otro tanto de lo mismo… A mí, mi Dios me dice con frecuencia: “¿Alguien te ha condenado? Pues yo tampoco, ¡hala! A seguir volando”. Por eso es que las novelas que hablan de amor, como ésta que hoy dejamos aquí, vale siempre la pena darles, al menos, unas dos que tres leídas a lo largo de la vida • AE
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