Por Luis Jasso
Las canciones suelen pertenecerle a sus creadores en tanto no sean publicadas, porque, una vez que están disponibles para el consumo del público, es imposible saber qué pasará con ellas. En ocasiones recorren un camino que no necesariamente se vuelve trascendente para las masas, pero si para algún individuo o individuos. El ejemplo clásico de esto sería esa o esas canciones que hacen que uno viaje por el tiempo y recuerde un lugar, una situación o una persona. Seguramente cuando los Ángeles del Infierno escribieron Al Otro Lado del Silencio” no lo hicieron pensando que un Luis Jasso, en México, cada vez que la escucha piensa en su pequeño hermano, fallecido hace más de 20 años, y cada vez se pregunta lo mismo que inquiere la canción: “¿qué hay amigo al otro lado del silencio?”. Seguramente cuando Juan Gallardo escribió la letra pensaba en algo más, pero en el momento en que se volvió parte de un disco vendido en diversas partes del mundo, algunos se apropian de sus significados sin que él pueda hacer mucho.
Diferente es cuando alguien usa una canción con diversas motivaciones pero sin la autorización del artista. Por ejemplo, Journey, Eric Bourdon, Twisted Sister, Panic At The Disco!, Neil Young, Rihanna, Elton John, REM, Adelle, The Rolling Stones. Guns and Roses. Pharrel Williams. Queen. Earth, Wind and Fire. The O’Jays. Aerosmith, Free y las familias de George Harrison, Luciano Pavarotti, Tom Petty y Prince han declarado públicamente que no quieren que su música sea usada por la campaña del presidente Donald Trump. La mayoría no han logrado nada porque las leyes de derechos de autor son muy enredadas. Ante esto, la Asociación de Autores, Compositores y Editores de Estados Unidos (ASCAP por sus siglas en inglés) ha dicho que, efectivamente, dicho político o cualquier otro puede usar la música que sea si paga por la licencia para hacerlo, pero, y es un pero importante que ha escapado a algunas notas de medios que aparentemente deberían estar mejor preparados como Rolling Stone y Forbes, aún cuando se pague una licencia que evitará violentar las leyes de Derechos de Autor, si el artista en cuestión no está de acuerdo podría argumentar que se violan otras leyes, como el Derecho de Publicidad y Falso Respaldo.
Sin embargo ese tampoco es el meollo de este texto. El punto hasta aquí es probar que las canciones pueden tener diversos usos y que no siempre el artista puede hacer algo al respecto. Así le pasó a Pete Townshend, guitarrista y principal compositor de The Who con su tema “I’m a Boy” (“Soy un niño”). Fue escrita y editada como sencillo en 1966 y que nunca apareció en un disco de estudio de material inédito, solo en diversas compilaciones.
La canción trata de una familia que pide en algún servicio de entrega de hijos a cuatro niñas, pero a la hora de la entrega hay un error y los padres reciben a tres niñas y un niño. En la canción, el niño quiere comportarse como tal pero la mamá no lo deja porque, al final del día, no acepta que sea niño. En la página oficial de la banda se explica que la canción -aquí es importante recordar que fue escrita en 1966- era parte de un proyecto más ambicioso que se llamaría Quads y que se desarrollaba en el año 2000, una época en que los papás podían escoger el género de sus hijos. “Esta mujer ordena cuatro niñas pero una de ellas resulta ser niño, así que ella pretende de todos modos que es una niña. ¡Terrorífico” dice la cita textual de Townshend.
Con el tiempo y el cambio de aires en el mundo, ha habido quienes han adoptado la canción como un himno transgénero, algo que Townshend ha dicho en algunas entrevistas que al principio lo tomó por sorpresa. Por ejemplo, en una entrevista con Alexis Petridis para The Guardian, en 2012, le dijo al reportero lo siguiente: “recuerdo a dos chicos en diferentes ocasiones que se me acercaron y me dijeron sobre ‘I’m a Boy’ que la canción los había ayudado a aceptarse como son. Y yo les pregunté que querían decir y entonces mencionaron una frase que nunca antes había escuchado: soy una persona transgénero. Y estamos hablando de 1966, yo no tenía ni idea de a que se referían”. El reportero usó esa frase en el contexto de que The Who estaba tan adelantado a su tiempo en cuanto a lo conceptual que ni siquiera se daban cuenta.
Hoy, la canción ya no significa que un par de personas la tomaran como referencia, hoy todo un movimiento la ha hecho suya, sin importar realmente si Townshend está de acuerdo o no, si los fans de la banda queremos que sea vista así o no o si el mundo piensa diferente. En ese sentido, lo único que podemos hacer es respetar, que no significa claudicar, y aprender a distinguir cuando una canción está escrita con una intención, cuando alguien la interpreta a su manera y esa interpretación se populariza y cuando nosotros le damos un significado personal. Porque además, y contrario a lo que pasa con una campaña política, que un colectivo o grupo social adopte como suya una canción realmente no daña a nadie porque altera ninguna ley, si acaso altera la idea original detrás de la canción. En cambio en una contienda política la música suele ser usada para reforzar ciertos mensajes, y ahí hay un problema que traspasa lo ético y viola lo legal.
Por lo pronto, yo elijo que I’m a Boy signifique que las mamás deben darle espacio individual a sus hijos para que se desarrollen como lo que son y no como ellas quieren que sea, y calculo que la visión de que habla de una persona trans simplemente se adoptó con el paso del tiempo. ¿Y tú querido lector, qué opinas?
Al otro lado del silencio
https://youtu.be/dxC-2_-A85E Don't stop believin'
I'm a boy
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